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El Cubanito Dominó, arte en la mesa de juego

 

 

 

Un letrero a la entrada de El Cubanito Dominó, en Hialeah Gardens, advierte: “Aquí se juega dominó sin trampa’’. Shirley Bello y su hija Valery Vega juegan dominó, aunque su fuerte es la fabricación de mesas de dominó.

by:Ivonne Gómez

Un letrero a la entrada de El Cubanito Dominó, en Hialeah Gardens, advierte: “Aquí se juega dominó sin trampa’’. 

 

En realidad, Shirley Bello y su hija Valery Vega, las propietarias, juegan dominó, aunque no como profesionales. Su verdadero fuerte es la fabricación a mano de brillantes y coloridas mesas de dominó, que venden como piezas de conversación a los aficionados al juego, para quienes quieren imprimir en ellas el logo de su compañía o con collages de fotos familiares o de paisajes y calles de Cuba como un regalo. Cada mesa tiene su nombre, Guajira XL, Champion y también hay una básica.

 

En la tienda, madre e hija atienden a los clientes en medio del olor a resina fresca y a madera recién cortada. Al fondo trabajan en un pequeño taller, y al frente hacen despliegue de sus mesas, diseñadas con cuatro ceniceros y tabacos grandes de madera que sirven para acomodar las fichas. También fabrican los asientos que hacen juego con cada mesa y, en la pared, se exhiben las mesas de patas removibles colgadas a manera de cuadros.

 

Una camioneta, pintada con el nombre y las mesas de la compañía, que permanece estacionada frente al negocio, llama la atención de los transeúntes. No falta quien entre –algunos realmente interesados en la compra– también a tomar fotos de las mesas o a pedirles aquella pieza que les falta para terminar un modelo propio que están haciendo en casa o para preguntarles qué tipo de pintura se usa para protegerlas.

 

“Siempre hay alguien que nos quiere copiar’’, dijo entre bromas Bello, después de despedir amablemente a uno de los curiosos.

 

“Hasta les digo que voy a sacar un DVD con los pasos para hacerlas’’, agregó.

 

Bello, de ascendencia puertorriqueña, nacida en Nueva York, cuida el secreto de la producción de sus mesas. Su esposo Mario Bello, nacido en Cuba, las inventó cuando, según recuerda, no las había de ese tipo en el mercado, ni tampoco se encontraban modelos para copiar en el internet.

 

Estratégicamente, cada mesa lleva impreso un pequeño logo y la dirección en internet de la compañía en una de las esquinas. También están reseñadas en Pinterest.

 

“Una señora que jugó dominó en una de mis mesas, en un barco de Carnival Cruise Line, tomó mis datos de ahí y me llamó luego para hacerme un pedido”, anotó Bello. 

 

 

Aparte de la línea de cruceros, recuerda los pedidos de Bacardí, que le ordenó varias con el logo de la compañía; de coleccionistas de Texas, o de quienes las han pedido para un regalo especial. También tiene dos modelos, para las “noches de dominó’’ en el Hotel Biltmore, en Coral Gables.

 

“Mi esposo era un verdadero handyman que siempre vivía inventándose cosas. Cuando vino con la idea de las mesas, yo le dije ‘aquí hay algo’, ve a comprar más madera a Home Depot”, recordó Bello, acerca de la habilidad de su esposo, fallecido hace cincos meses.

 

En la búsqueda de establecer un negocio, él inventó unos ceniceros que le ofreció al dueño de una tienda de tabacos en Miami Lakes. El hombre, entonces, le dijo que lo que necesitaba era mesas de dominó.

 

“Sin saber cómo se hacían, él le dijo, yo las fabrico también”, contó Bello.

 

En aquella ocasión, le ordenaron seis. Se trataba de sobrevivir a como diera lugar. En el 2005, ella, quien trabajaba como vendedora en Radio Shack, y su esposo, como vendedor de Men’s Wearhouse, perdieron sus empleos.

 

“La gente entonces jugaba en el comedor o ponía una tabla para que no se dañara la mesa. El se pasó noches pensando cómo hacerlas y las diseñó con los ceniceros en las esquinas”, añadió.

 

Esa primera producción no alcanzó a llegar a su cliente original. En el camino, cuando se las llevaba en un camión, apareció otro cliente que las compró todas.

 

“El llamó a pedirle disculpas al señor de la tienda de tabacos porque el trabajo estaba demorado y lo entregaría después”, anotó.

 

La pareja transformó el comedor e, incluso, los cuartos de su townhouse en una carpintería.

 

“No parábamos de producir mesas’’, dijo.

 

Al año, compraron una camioneta para pintarla y hacer publicidad. Se parqueaban en la esquina de la calle 40 y la avenida 87, frente al Restaurante La Carreta y ponían las mesas en exhibición.

 

 

 

 

 

 

“Puedo decir que nos inventamos un mercado, luego vinieron otros’’, dijo. Poco tiempo después vino la tienda y el taller en el warehouse de Hialeah Gardens, donde ella continúa el legado de su esposo. 

 

“La gente puede pensar que voy a cerrar, pero mi hija y yo vamos a sacar el negocio adelante’’, afirmó Bello, de 54 años.

 

Valery, quien estudia veterinaria en Nova University, se une a ella en el trabajo, después de las clases.

 

Las dos saben cortar, armar y pintar las mesas y cuentan con la ayuda extra de un carpintero. Fabrican las mesas en pino o madera de abedul, que pueden costar de $200 a $2,500. Algunas incluyen mosaicos o obras de la artista cubana Annie Maxwell.

 

Las mejores ventas se hacen en el Día del Padre o en festivales, como Carnival on the Mile, CubaNostalgia, Harvest Festival de FIU, Rotary Art Festival Miami International o el South Miami Art Festival, en el cual, en el 2008, El Cubanito Dominó ganó el segundo premio en trabajos en madera.


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